Reflexión sobre la imagen, ¿como ah devenido la obra?
La multiplicación de la cantidad de museos en contraposición con los cines, apela a los movimientos de la cultura como una superproducción de la memoria, lo ya hecho, la reinterpretacion permanente el loop continuado de proyección, la articulación de la obra, Influenciado por los estructuralistas apelan a empujar la producción,
Abstracción. piezas escalas, distancia, dirección, aproximación, barridos, imágenes repetidas, elementos rotativos, la economía narrativa de la síntesis, la metonimia, la metáfora, la expresividad abierta. los obreros, el realismo contemporáneo, procesos terapéuticos. construcción de realidades matemáticas, hiperrealismo, corriente artística pictórica que nació en los 60.
Locaciones mainstream (linialidad del producto) oportunidades de mostrar algo en un espacio (una imagen que suscita a otra), como permutación del saber. la variación, la resignificacion., el distanciamiento, no hablar directamente con el publico
Normas de construcción imagen como discurso. La producción de imágenes de la guerra es análoga a la de cualquier otro tipo de imágenes (diferentes lecturas), no hay una sola mera de mostrar las cosas
sentido común (mapa de sentido social)
TIPO DE TOMAS
-tomas fantasmas
-tomas subjetivas
-animación vs cine policía visual
-técnicas de producción y técnicas de destrucción
https://www.dropbox.com/s/tw4lzjw31fdzpr8/Farocki_guerra.pdf#
https://www.youtube.com/watch?v=5Qa26h5ddFw
https://www.youtube.com/watch?v=rKT3MdWlmjM
martes, 23 de febrero de 2016
lunes, 22 de febrero de 2016
LEONOR ARFUCH El Diseño en la trama de la cultura: Desafíos Contemporáneos
Consideramos al diseño como una práctica
significante compleja que impone un orden y deja marcas en todos los registros
de la vida social: tanto en los espacios y superficies graficas y
audiovisuales, como en los hábitos y consumos de la vida cotidiana, en la
configuración de identidades individuales y colectivas.
La imagen diseñada es ofrecida en una
naturalidad engañosa, pero es producto de arduos procesos de intermediación,
que no solo informan, hacen ver y comunican, sino que construyen imaginarios
sociales, sujetos y subjetividades.
El Diseño es indisoluble de la trama
cultural en la que se encuentra inscripto, en la multiplicidad, en las redes,
en la complejidad del campo de la comunicación.
Diseño en
la trama de la cultura
Propone pensar el diseño gráfico en su relación con
la cultura, no solo la pregnancia en los objetos sino también en los sujetos.
No hay espacio significante sin la huella del diseño. Ese asedio visual que
modula nuestra experiencia nos lleva a la naturalización del sentido. Es una
forma de HACER VER que solo parece
incrementar el mecanismo de la invisibilidad.
Estas tendencias responden a las transformaciones
profundas de la época (post-modernidad) Economía globalizada, valor del
consumo, movilidad migratoria, expansión de las tecnologías, multiculturalidad
de los escenarios urbanos… En este contexto el mercado no es ya un lugar de
competencia entre productos y símbolos. Las decisiones de la práctica del
diseño involucran cuestiones como la historia, la memoria, los derechos
cívicos, una dimensión ético-política.
La práctica del diseño excede un análisis formal de
tendencias y estilos, esta relacionado con todo un horizonte de problemas. El
diseño trae toda una carga histórica, y todo lo que puede ser y hacer esta
relacionado con la complejidad social en la que se encuentra.
No puede equipararse de una forma simple el diseño a
la comunicación,
con connotaciones de transparencia, univocidad, intención y
finalidad. Es una utopía pensar que el diseño puede democratizar la forma y
controlar lo caótico. El diseño esta articulado en una compleja trama, en una
red mass-mediática de la cual no se lo puede desvincular.
Diseño y
Comunicación
La palabra comunicación no tiene los atributos de
único, unívoco, dominable y transmisible. No se puede pensar el diseño como un
campo especifico, delimitable y enseñable. En la historia del diseño se produce
constantemente una tensión entre certezas e interrogantes acerca de lo que constituye
la entidad del campo, para afirmar lo que es o no es el diseño.
En las definiciones corrientes que tenemos
naturalizadas aparece una forma de equivalencia entre diseño y comunicación, de
manera que el diseño vendría a tener atributos de claridad, univocidad,
síntesis, pertinencia, lo cual es una utopía. Según estas características seria
el productor del mensaje el que impone el sentido, el enunciador ejercería el
control sobre su mensaje y sus efectos, y el receptor no tendría libertad
alguna en la interpretación.
La autora propone pensar desde otro punto la complejidad de la comunicación, desde
una divergencia
entre emisor y receptor (enunciador y destinatario). A pesar de que se
compartan códigos comunes para la comprensión del mensaje, hay divergencias de
la cultura, posiciones y contextos, puntos de vista e interpretaciones. No se
puede leer, comprender, percibir de la misma manera ni otorgar al mensaje el
mismo sentido que lo inspiró. Porque el SENTIDO no es algo
INEQUIVOCO, que viene dado con el
mensaje sino que se negocia, producto de una tensión entre la significación que
el texto propone y la apropiación que realiza el receptor. De esta manera el
enunciador no tiene un papel central, sino que se trata de un proceso continuo
de significación en donde no se puede separar enunciador de destinatario. Solo
porque existe el OTRO tiene lugar el mensaje, otro capaz de comprender, aunque
este solo sea una figura imaginaria, un desdoblamiento, otro yo.
Se introduce entonces la idea de AZAR, de imposibilidad de predecir el
comportamiento del otro, y se ve esto como el funcionamiento normal de la
comunicación. El desvío, el malentendido, no vienen a ser obstáculos en una
comunicación feliz, sino la posibilidad
misma del lenguaje y la comunicación.
LA COMUNICACIÓN ENTENDIDA COMO EL
CUMPLIMIENTO DE UN SENTIDO ES IMPOSIBLE.
La comunicación opera como un principio ordenador de la trama multifacética de la significación,
del devenir caótico de las interpretaciones, pues si bien no hay un único
sentido, tampoco hay cualquier sentido. Es una negociación entre lo que el mensaje significa y las lecturas
posibles que suscita.
La otra connotación que arrastra la idea de
comunicación es la de FINALIDAD, idea de intención, propósito, voluntad,
control que guía la producción del mensaje. Sin embargo la circulación de
significaciones en la vida social no se puede reducir a un utilitarismo, al
cumplimiento de fines previsibles y específicos. La supuesta equivalencia entre
diseño y comunicación reduciría su finalidad a la transmisión de un mensaje
para que el mismo alcance a un targuet para
llevar a buen fin la seducción de un hacer-hacer, que es ya un hacer-ser, es decir una concepción de
la comunicación no ya en términos de transmisión de información sino de
persuasión, incidiendo sobre las creencias y costumbres, configuración de
identidades e identificaciones.
Este enfoque
deja de lado el punto más importante que es la IRREDUCTIBILIDAD DEL SENTIDO, su
imposible captura, el hecho de que es en la recepción en donde se termina de
construir el mismo, que nunca es del todo predecible.
El modo en que la grafica
diseñada invade nuestra vida cotidiana e imprime un giro en nuestra
percepción. Es desde este punto que la autora propone no inventariar atributos
del diseño sino ver la posibilidad de dispersión, de diálogos, de
entrecruzamientos. Pensar el diseño como un campo plural inmerso en redes
incesantes de producción de sentido, es comunicación y circulación como así
también es técnica, creatividad, conocimiento, practica significante. Involucra
pluralidad de códigos.
De la insuficiencia de definiciones, de la
incertidumbre que produce toda nominación da cuenta la propia práctica
profesional en su institucionalización en el mercado.
La lógica equipara al diseño con tres ejes
principales
Ø Diseño/ Comunicación
Ø Diseño/ Arte/ Creatividad
Ø
Diseño/ Imagen Corporativa Este grupo enfatiza la idea de voluntad totalizadora absolutista del
diseño.
El diseño parece no poder renunciar a la utopía de conservar la armonía del mundo,
la posibilidad de triunfar sobre lo caótico, lo incontrolable. Hoy por la
centralidad que tiene la empresa en el horizonte contemporáneo, parece ser que
uno de los lugares preferidos para imponer el orden es el de la IDENTIDAD
CORPORATIVA. Por encontrarse en un territorio marcado por la
fluctuación, la multiplicidad, irreductible a un significante, supone un
desafío proyectual que se trata de una operación de síntesis extrema en donde
unos pocos rasgos pretenden expresar la totalidad ideal de un universo de
sentido.
Ø LA INTERVENCION DEL DISEÑO ES DE INDOLE POLITICA Y
NO COSMETICA.
El diseñador debe asumir todas las
implicancias y responsabilidades de sus operaciones semióticas, a partir de una
postura histórica y social. Posicionamiento reflexivo y crítico sobre la propia
practica.
Esto implica una distancia respecto de la
aceptación incondicional de tendencias, modas, estereotipos, pasar del
automatismo de respuesta al mercado a una experiencia mas compleja, donde se
problematice el lugar de la enunciación, ya que el diseño es indisociable no
solo de las redes mediáticas y de los cambios tecnológicos de la época, sino
también de todos los conflictos e inequidades que se producen en la sociedades.
Propuesta
Teórica
La pieza de diseño es una combinatoria que va mas
allá de la suma de partes, ya que esta significa, no es reductible a ninguna de
sus partes ni particularidades materiales, sino que es METAFORICA. Si bien responde a
ciertos objetivos y tiene una función, como cualquier objeto de la cultura es
susceptible de ser leída en otras claves y de resignificarse en otros
contextos.
Para reflexionar acerca del diseño en la actualidad
toma como referencia el paradigma de lo heterogéneo, teoría desarrollada por Mijail Bajtin.
Bajtin desarrolla una concepción que fue denominada
dialogismo, cuya amplitud excede el marco dialogico. Se trata de una manera de
considerar la relación del hombre con el mundo, con el conocimiento, con sus
semejantes y con la discursividad en general.
La relación esta dada por el lenguaje cuya relación con el sujeto no se
da desde su “propia palabra”, no asume como un Adán un lugar vacío sino que es
la relación con otras
voces y diálogos. En la palabra yo me constituyo desde el punto de
vista de otro, y desde el punto de vista de la colectividad.
Para pensarlo con respecto al DISEÑO, es importante tomar su concepción del lenguaje y la comunicación, que no se plantea como un
modelo abstracto sino que tiene un fuerte anclaje en la experiencia vivencial de
los sujetos, así como también trata la
problemática de las formas, los géneros discursivos y los estilos, el arte y la
creación.
Bajtin propone la idea de creación individual, que puede
relacionarse con el diseño. No se trata de un sujeto creador dotado de absoluta
libertad, como un Adán que hablaría por primera vez desde un vacío absoluto,
sino que la creación seria un movimiento en un espacio colmado de
significaciones donde ya todo esta dicho, y donde la propia voz trae ecos de
otras voces. Al asumir nuestro lugar de
enunciación, nuestra postura en el mundo, ya estamos marcados por la lengua que
conlleva toda una carga histórica e ideológica, todo un universo de sentidos
comunes. La voz propia ya esta habitada, hablamos un discurso ajeno ya sea
conscientemente o no, ya que lo naturalizamos. Es una concepción polifónica del lenguaje, no es uno sino
muchos los que hablan en el momento de la enunciación.
Los distintos discursos que tienen lugar en la vida
social no están compartimentados, cada uno en una esfera especifica, sino que
se tejen en articulaciones múltiples, hay interdiscursividad.
Bajtin concibe la comunicación no como un ida y
vuelta, donde uno habla y otro escucha, sino como un intercambio simultaneo, un
protagonismo doble, donde la postura de respuesta del oyente esta en formación
desde el principio. Todo enunciado tiene la característica de ser destinado, de
dirigirse a otro y esperar una respuesta. Hay una prefiguración del otro a
quien se dirige, una hipótesis acerca de cómo va a recibirlo e interpretarlo.
El enunciador construye una imagen de su destinatario, y se adelanta, prevee,
por lo cual ese otro esta presente, forma parte del enunciado antes de ser
formulado.
La pieza de
diseño esta también relacionada con toda una cadena de otros.
Esta concepción rompe con el esquematismo de los dos
polos, la producción y recepción, con la idea de idas y vueltas del mensaje. El
destinatario es visto no como un targuet, un blanco móvil, sino como
alguien que puede adoptar distintas posiciones.
Hablar de ENUNCIADO en lugar de MENSAJE, amplia el sentido otorgado a la idea de comunicación. No
se trata de un envío pautado que responde a una intencionalidad, sino más bien
como algo echado a andar en esa interdiscursividad de lo social, cuyas
implicancias son ingobernables. Es decir que un ENUNCIADO VISUAL puede o no llegar a buen puerto. Puede hablarse
entonces de ENUNCIADOS
DEL DISEÑO, y pensarse en una POLIFONIA DE LAS FORMAS.
Pese a esa ajenidad del discurso propio la posibilidad
de creación individual no esta negada. Tiene que ver con las maneras de asumir
la palabra propia, la forma de combinatoria.
Esta actividad creadora se da dentro del marco de
los GENEROS
DISCURSIVOS, que constituyen un principio organizador del devenir
dialogico, su amplitud incluye todas las posibilidades de la actividad humana.
Los GENEROS
no se definen por limites estrictos, sino por relativas regularidades, no son
puros, sin que tienen cierta especificidad. Un género es un conjunto de
enunciados que comparten determinadas características temáticas, compositivas y
estilísticas que son relativamente estables,
Los géneros discursivos se diferencian por su
fijación en una esfera determinadas de la comunicación, por sus participantes,
la situación, el contexto sociohistorico. También por el tipo de destinatario
que postulan y por el vínculo que proponen entre el lenguaje y la vida.
Conllevan una carga ideológica, expresan y proponen esquemas valorativos del
mundo, por lo cual apuestan a una ética.
Esta multiplicidad de aspectos permite pensar los GENEROS DEL DISEÑO GRAFICO en sus
diversas incumbencias, temáticas, destinatarios, y en todo lo que comparten en
el horizonte común de la cultura.
El estilo
no es una propiedad aislada de los objetos y las formas sino que es una
relación de componentes comprometida con una ética y una historicidad.
No se trataría entonces de pensar la formulación
teórica y conceptual del campo del diseño, de realizar una descripción en
términos formales, sino de la definición del diseño grafico como parte
involucrada en una reflexión crítica sobre la cultura, y su compromiso con la
misma.
El hacer
del diseño
El Diseño es PERFORMATIVO, construye, tiene una dimensione
tica, no es decorativo. La imagen es preformativa y no descriptiva, aunque en
ntra. Cultura la tengamos naturalizada como representación.
La pieza grafica genera efectos, consecuencias,
transforma conceptos en el mundo. El diseñador tiene una responsabilidad y una
ética. Somos seres activos, diseñar es construir y proyectar. Lo que yo diseño
modifica, construye y reconstruye ideologías y sentidos.
El diseño es HACER,
no es solo la utilización de códigos y tecnologías, de herramientas y técnicas,
sino que es una responsabilidad social y ética.
El diseño es PERFORMATIVO
interviene y crea situaciones de comunicación, produce transformaciones en el
entorno, aporta valores expresivos. Lo ético y lo estético no se pueden
separar, están articulados en el diseño que es una práctica significante y que
lejos de toda naturalidad conlleva ideología, esquemas valorativos, visiones
del mundo. Cada genero discursivo, cada diseño tiene una dimensione tica en
relación con sus usos, destinatarios y funcionalidades, mas allá del tipo de
mensaje, tema o composición.
Él diseño
deja marcas en todos los registros de la vida social, construye, es indisoluble
de la trama cultural en que se halla inscripto. Es por eso que el diseñador
debe tomar conciencia y compromiso al realizar su trabajo.
ROLAND BARTHES, La Semántica del Objeto
El autor reflexiona sobre
como el objeto significa en nuestra cultura y en el mundo contemporáneo, sobre
como el hombre da sentido a las cosas.
Realiza una distinción
entre la palabra comunicar y significar,
que no quieren decir lo mismo. Comunicar se trata solo de transmitir una
determinada información, en cambio significar no es solo la transmisión de esta
sino que tiene toda una carga adicional, los objetos transmiten sistemas de
signos. Estos signos son construcciones culturales de las cuales todos los
sujetos sociales somos parte, y se forman en oposiciones y contrastes. Hay toda
una carga ideológica y cultural que hace que estructuremos y signifiquemos a
los objetos de una determinada manera, por lo cual un objeto no va a tener el
mismo significado en culturas diferentes.
De la misma forma puede
pensarse respecto de la práctica del diseño que no solo transmite informaciones
sino que construye, produce significados en todos los aspectos de la vida
social, configura identidades, se encuentra inmerso en una compleja trama
social.
Las significaciones que
damos a los objetos se construyen cultural e historicamente, en el espacio y en
el tiempo.
No hay objeto que escape al
SENTIDO:
En una primera instancia el
objeto se nos presenta como Útil-Funcional. Esto se debe a que es producido en
masa para usos determinados, se nos presentan como un uso, como algo que sirve
al hombre para actuar y estar en el mundo de una manera activa, como
intermediario entre la acción y el hombre. Son concebidos en un principio como
una función, una utilidad, como instrumentos puros.
Sin embargo en un segundo
momento podemos ver que en realidad hay toda una carga de sentidos que se le
otorgan al objeto, que no tiene que ver con ese uso. El sentido desborda el uso del objeto. No hay objeto que pueda
escapar a este sentido construido socialmente, que funciona dentro de cada
cultura especifica. No se piensan los
objetos solo como útil-funcionales, sino con otras lecturas, el objeto tiene
connotaciones culturales.
Los significados que
otorgamos a los objetos dependen principalmente del receptor del mensaje porque
es en la lectura del mismo en donde termina de completarse el sentido, donde el
sentido se termina de construir. Este sentido no es univoco ni viene implícito
con el objeto, sino que es una construcción social. El objeto es POLISEMICO, se ofrece a muchas lecturas
posibles, no solo de un lector a otro sino que también dentro de cada uno hay
léxicos según la cantidad de saberes y niveles culturales que tenga, los cuales
influyen en nuestras lecturas de los objetos. Las lecturas pueden ser
individuales por lo que el objeto significa para mi en forma particular, o
colectivas por lo que ese objeto significa para la sociedad en general. Sin
embargo por más individual que sea una lectura nunca se puede escapar al
sentido social. Por ser sujetos sociales, pertenecientes a una sociedad es que
leemos el significado de los objetos como los lee la misma, porque somos parte
de esa construcción de sentido.
La semantización del objeto se produce desde que este es producido y
consumido por una sociedad de hombres, desde que es fabricado y normalizado
adquiere sentido, el cual se va construyendo y reconstruyendo en el ámbito
social. La sociedad va cambiando, y de la misma forma van cambiando las
percepciones y los significados que damos a los objetos.
Los significados que damos
a los objetos son CONSTRUIDOS,
porque no hay nada que sea NATURAL, todo es construido, tanto los significados
que damos a los objetos, como todas las ideas de la sociedad, la IDEOLOGIA
es una construcción.
Las lecturas, cargas de
signos se van construyendo en el espacio y en el tiempo, en forma cultural y
temporal. Estos sentidos, lecturas e ideas son NATURALIZADOS por nosotros, son concebidos como algo natural,
cuando en realidad se trata de construcciones. El sentido es siempre un hecho
de cultura, producto de esta, pero su construcción se vuelve natural,
inconsciente. Debemos DESNATURALIZAR
el sentido, porque no hay nada que venga implícito, impuesto sino que es la
sociedad la que lo construye.
El sentido es una
construcción social, sociedad en la cual fuimos criados, y en donde se nos
fueron presentando cosas que vemos como naturales cuando en realidad no hay
nada que lo sea, ya que es la sociedad la que construye su propia IDEOLOGIA.
Como no existe nada que sea
natural, es que debemos poder entender que aquello que puede ser construido,
puede ser reconstruido.
3 INSTANCIAS de desglose para analizar como significamos
al objeto:
Ø 1ra.:
Útil-Funcional, simple, una construcción para una función.
Ø 2da.:
Aparece el sentido que se le da socialmente, construcción.
Ø 3ra.:
Hay una vuelta a la función, porque el sentido social se naturaliza. Se lo ve
funcional y se naturaliza el sentido construido.
Nuestro vínculo con los
objetos se da en esta división de los 3 tiempos. Se le asignan al objeto
sentidos que son construidos, vinculados con la sociedad. Incorporación de esos
signos que se le atribuyen al objeto. Naturalizamos ese sentido, nos olvidamos
de que se trata de una construcción.
Se trata de un COMPLEJO DESARROLLO SOCIAL, que hace
que se le otorguen valores y significados a determinado objeto. Doy por natural
cosas que son construidas.
ELISEO VERON EL ANÁLISIS DEL “CONTRATO DE LECTURA” UN NUEVO MÉTODO PARA LOS ESTUDIOS DEL POSICIONAMIENTO DE LOS SOPORTES DE LOS MEDIA.
Eliseo Verón, El análisis del “Contrato de Lectura”, un nuevo método para los estudios de posicionamiento de
los soportes de los media, en “Les Medias: Experiences, recherches actuelles, aplications”, IREP, París, 1985.
1. LA LECTURA, UNA PRÁCTICA
INVISIBLE.
Es necesario, primeramente, precisar en qué consiste la novedad de la demarcación que
haremos aquí. Ella articula, de hecho, dos técnicas que son, en tanto que tales, bien
conocidas: el análisis semiológico de un “corpus”, por una parte, y el terreno cualitativo
(entrevistas semidirectas o grupos proyectivos), por otra.
La novedad de su delimitación proviene de su objeto, que podemos caracterizar como las
condiciones y las determinaciones de la lectura de un soporte de prensa.
Ahora bien, la lectura, en tanto que actividad significante, en tanto que proceso
socio–cultural de “captura” del sentido de un texto, de un discurso (o más en general, de un
media), se ha constituido muchas veces de manera insatisfactoria como un objeto de
conocimiento. Hay muchas razones para ello que han funcionado como otros tantos
obstáculos a la hora de dar cuenta de una problemática concerniente a la lectura. El primer
obstáculo viene de la lingü.stica. En tanto que “teoría de la gramática”, la lingü.stica ha
insistido durante mucho tiempo sobre la indistinción entre locutor y alocutario, esto es, entre
producir una frase y entenderla. El “sujeto” de la competencia lingü.stica es definido de este
modo como locutor–auditor.(1) Roman Jakobson ha sido uno de los primeros lingüistas que
ha sugerido que los procesos de producción de frases y los de su recepción no son de la
misma naturaleza.(2) Sin entrar a discutir si la no distinción entre emisión y recepción está
justificada o no sobre el plano del análisis propiamente lingü.stico, es cierto que un punto de
vista semejante, transferido al dominio del funcionamiento social del lenguaje, no ha
estimulado un análisis de la especificidad de la recepción de los discursos en relación a su
producción. A eso se agrega un segundo factor: la lingü.stica ha privilegiado siempre la
palabra sobre la escritura. Es decir, una razón adicional para no reflexionar sobre los
procesos de la lectura.
En semiótica, ha sido siempre más fácil trabajar sobre los textos mismos que cuestionarse
sobre la forma en que se los lee. Además, la semiótica se ha interesado sobre todo, en las
obras literarias, en los textos considerados como excepcionales y en consecuencia,
automáticamente valorizados: fascinada por la obra (y a través de ella, por el autor), la
semiótica no se ha interesado por aquellos que la leen, y menos, por los que no la leen.
Una problemática de la lectura de la obra literaria comienza recién a esbozarse.(3)
En cuanto a los sociólogos, han acumulado información sobre los lectores, sin interrogarse
por el funcionamiento social de los textos, menos aún, por el proceso de lectura.
Los conocimientos se constituyen entonces, por una parte (y sobre todo) sobre los lectores,
y por otra, sobre los textos, de modo que estos dos saberes empíricos han estado siempre
separados. Conocemos bien quién lee qué. Sin embargo, nos vemos enfrentados,
generalmente, a problemas cuya solución no parece ser abordable en base a la
acumulación de estos dos tipos de información.
Evoquemos algunas situaciones:
1.– Dos soportes se dirigen a un mismo sector, tienen las mismas rúbricas, tratan los temas
de la misma manera. Uno progresa y el otro, declina. ¿Por qué?
2.– Entre los individuos que tienen el mismo perfil sociodemográfico y que expresan las
mismas configuraciones de motivación, intereses, de expectativas, etc., unos leen el
soporte A y los otros, el B. ¿Por qué?
3.– En el sector de la novedad (juegos electrónicos, video, micro–informática, etc.) se asiste
a una proliferación de negocios que tratan los mismos temas, y en esta plétora, sólo
sobreviven algunos. ¿Cómo saber cuáles tienen esta chance y por qué?
4.– El posicionamiento de los soportes pertenece a un mismo universo de competencia y se
realiza en un espacio cada vez más estrecho. En este espacio de competencia estrecha
¿cómo un soporte puede encontrar argumentos nuevos de valorización, capaz de poner en
evidencia su singularidad entre los anunciantes?
Para tratar este tipo de problemas, la puesta en relación de sus lectores (sea en términos
socio–demográficos o en “estilos de vida”) no es suficiente. Yo sostengo que es inútil buscar
una solución a estos problemas a partir de una acumulación de información sobre el lector o
por un tratamiento cada vez más “refinado” de esta información. En tanto que los soportes y
los lectores sean conocidos como dos realidades separadas, este problema no puede ser
abordado de un modo satisfactorio; hay que comprender su relación, y ésta no es otra cosa
que la lectura, esa práctica social que hasta ahora, se ha mantenido invisible.
EL CONTRATO DE LECTURA
La relación entre un soporte y su lectura reposa sobre lo que llamaremos el contrato de
lectura . El discurso del soporte por una parte, y sus lectores, por la otra. Ellas son las dos
“partes”, entre las cuales se establece, como en todo contrato, un nexo, el de la lectura. En
el caso de las comunicaciones de masa, es el medio el que propone el contrato.(4)
El éxito de un soporte de la prensa escrita se mide por su capacidad de:
–proponer un contrato que se articule correctamente a las expectativas, motivaciones,
intereses y a los contenidos del imaginario de lo decible visual.
–de hacer evolucionar su contrato de lectura de modo de “seguir” la evolución socio–cultural
de los lectores preservando el nexo.
–de modificar su contrato de lectura si la situación lo exige, haciéndolo de una manera
coherente.
La primera cuestión es saber por cuáles mecanismos y en qué nivel de funcionamiento del
discurso de un soporte de prensa se construye el contrato de lectura.
La respuesta nos la da la teoría de la enunciación, que es sin lugar a dudas, el desarrollo
más importante en las ciencias del lenguaje en estos últimos años.(5) Se trata,
primeramente, de distinguir, en el funcionamiento de cualquier discurso, dos niveles: el
enunciado y la enunciación. El nivel del enunciado es aquel de lo que se dice (en una
aproximación gruesa, el nivel del enunciado corresponde al orden del “contenido”); el nivel
de la enunciación concierne a las modalidades del decir. Por el funcionamiento de la
enunciación, un discurso construye una cierta imagen de aquel que habla (el enunciador ),
una cierta imagen de aquél a quien se habla (el destinatario) y en consecuencia, un nexo
entre estos “lugares”.
Tomemos un enunciado cualquier que llamaremos “p”; supongamos que este enunciado
contiene dos elementos en el plano de su contenido: un nombre /Pedro/ y un concepto
expresado por un verbo, por ejemplo /partir/. Conservando siempre estos dos mismos
elementos en el plano del enunciado, los podemos hacer variar en el plano de la
enunciación: “p”.
En este primer caso, tenemos la aserción simple del enunciado: “Pedro ha partido”;
podemos presentar este caso de la siguiente manera:
E P D
donde el enunciador “E” presenta una “verdad objetiva” a su destinatario “D”.
“Yo creo que p”
En esta variante (“Yo creo que Pedro ha partido”) el enunciado es modalizado por la
enunciación de tal modo que “p” es presentado como una creencia del que habla y no como
una verdad sin matices; podemos decir entonces que el enunciador “toma a su cargo el
enunciado”:
E P D
“Nosotros sabemos muy bien que P”.
En este tercer caso, por medio de la apelación a un saber compartido (“nosotros sabemos
bien que...”), el enunciador busca implicar al destinatario en la responsabilidad de haber
afirmado “P”.
E P D
“Es bien sabido que P”.
Aquí, el enunciador se dirige a un soporte difuso, impersonal, al que le atribuye el saber
concerniente a “P”:
X
E P D
“Yo sostengo que P”.
Este caso, mucho más complicado que los anteriores, admite dos interpretaciones. Sea el
“yo sostengo” dirigido directamente al destinatario. El enunciador, en este caso,
aseverando “P” indica que él sabe que el destinatario no está de acuerdo con el contenido
afirmado:
E P D
Como por ejemplo: “Usted dice haber visto a Pedro hace algunos minutos, pero yo sostengo
que él ha partido esta mañana”. Sea el “yo sostengo” no dirigido hacia una opinión contraria
del destinatario, sino hacia la de un tercero, determinado o no (se podrá tratar, por ejemplo,
de la opinión común), que está presente implícitamente como no estando de acuerdo con la
aserción “P”:
E P D
X
Como por ejemplo: “a pesar del rumor que corre, yo sostengo que Pedro ha partido”.
“Usted imagina que P”.
Este caso, es en alguna medida, el inverso del anterior; diciendo “Usted imagina que Pedro
ha partido”, el enunciador atribuye “P” al destinatario, indicando que es este último el que
puede confundirse:
E P D
Podríamos continuar, porque existen otras variaciones posibles alrededor de “P”. Este
ejemplo muestra, en todo caso, que un mismo contenido (plano del enunciado: “P”) puede
ser tomado a cargo por estructuras enuncia-tivas muy diferentes : en cada una de estas
estructuras enunciativas, el que habla (el enunciador) se construye un “lugar” para sí
mismos, “posiciona” de una cierta manera al destinatario, y establece así una relación entre
estos dos lugares.
En un soporte de prensa, como en cualquier discurso, todo contenido es necesariamente
tomado a cargo por una o múltiples estructuras enunciativas. El conjunto de estas
estructuras enunciativas constituye el contrato de lectura que el soporte propone a su lector.
De todo esto se desprende una consecuencia muy importante en el plano de la
investigación: el método más corrientemente aplicado al estudio de los soportes, el análisis
de contenido , es inadecuado para estudiar el contrato de lectura. Los problemas de
posicionamiento, que se ubican habitualmente en el soporte, se definen en función de su
concurrencia (competencia), es decir, en función de otros soportes que le son cercanos, en
el interior, consecuentemente, de un universo temático determinado. En esta situación, el
análisis de contenido corre el riesgo de hacer aparecer lo que los soportes en competencia
tienen en común , lo que los acerca más. Y, en el mejor de los casos, el analista de
contenido le dará una importancia muy grande a los matices del contenido, sin que esto
permita definir una estrategia redaccional.
Los estudios del contrato de lectura por medio de una descripción del plano de la
enunciación, muestran que, a menudo, los soportes extremadamente cercanos desde el
punto de vista de sus rúbricas y de los contenidos que aparecen, son en realidad muy
diferentes en el plano del contrato de lectura, plano crucial porque es el lugar donde se
constituye la relación de cada soporte con sus lectores. El análisis del contrato de lectura
permite de este modo determinar la especificidad de un soporte, hacer resaltar las
dimensiones que constituyen el modo particular que tiene de construir su relación con sus
lectores.
Esto no quiere decir, por cierto, que el contenido no juegue ningún rol en el funcionamiento
del contrato de lectura. Lo que dice la teoría de la enunciación es que el contenido no es
más que una parte de la historia y que en ciertos casos (que son muy frecuentes en los
dominios de los media y la prensa escrita), es la parte de menor importancia.
Hablar de la enfermedad de Pedro no es lo mismo que hablar de su partida: la teoría de la
enunciación nunca ha negado una evidencia semejante. Pero afirma que la diferencia entre
“Yo creo que Pedro ha partido” y “Yo sostengo que Pedro ha partido” es tan importante, y tal
vez más importante, que la diferencia entre “Pedro partió” y “Pedro está enfermo”. En
recepción, la lectura no reside solamente en los contenidos; reside en los contenidos
siempre “tomados a cargo” por una estructura enunciativa donde alguien (el enunciador )
habla, y donde un lugar preciso le es propuesto en tanto que destinatario.
La enunciación es un nivel de funcionamiento del discurso y no una parte que sería
destacable del resto (el contenido). Estos ejemplos, extremadamente simplificados, nos
permiten pensar lo contrario. En el enunciado “yo creo que Pedro ha partido”, en efecto,
podemos decir que “Pedro ha partido” expresa algo de contenido, en tanto que “Yo creo
que” constituye la modalidad enunciativa. Desafortunadamente, las cosas no son tan
simples. Tomemos dos ejemplos:
A: ¿Usted se queda?
B: Sí, yo me quedo.
A: ¿Usted se queda?
B: Evidentemente.
Responder a la pregunta: “¿Usted se queda?”, con “Sí, yo me quedo” o bien con
“¡Evidentemente!”, es desde B, dar dos respuestas muy diferentes desde el punto de vista
de la enunciación. Ahora, cómo distinguir en la respuesta “¡Evidentemente!” el aspecto de
aserción (es decir, la afirmación por parte del locutor, que se queda en ese lugar), aspecto
que es común a las dos respuestas; aspecto que hace que “¡Evidentemente!” implica no
solamente que B ha dicho que se va a quedar, sino que las razones de esta decisión son tan
evidentes para él (B) como para A.
En tanto en la expresión “¡Evidentemente!” el aspecto de la aserción, y la implicación según
la cual lo que es asertado debería ser evidente para el interlocutor, son inseparables; no se
las puede distinguir materialmente. Es por esto que el análisis de un discurso desde el
punto de vista de la enunciación no es el análisis de “una parte” de este discurso, sino un
análisis de este discurso en su conjunto, del punto de vista de la relación que él constituye
entre el enunciador y el destinatario.
El estudio del contrato de lectura implica, en consecuencia, todos los aspectos de la
construcción de un soporte de prensa, en la medida en que ellos construyen el nexo con el
lector: coberturas, relaciones texto/imagen, modo de clasificación del material redactado,
dispositivos de “apelación” (títulos, subtítulo, copetes, etc.), modalidades de construcción
de las imágenes, tipos de recorridos propuestos al lector (por ejemplo: cobertura–índice de
temas–artículo, etc.) y las variaciones que se produzcan, modalidades de compaginación y
todas las otras dimensiones que puedan contribuir a definir de modo específico los modos
en que el soporte constituye el nexo con su lector.
Tres exigencias presiden el análisis de un soporte a fin de localizar su contrato de lectura:
–la regularidad de las propiedades descriptas.
Las propiedades que nos interesan, no son aquellas que, por azar, pueden aparecer en
éste o en otro número, a propósito de tal o cual artículo, se trata de definir las invariantes,
las propiedades relativamente estables, que son recurrentes en el discurso del soporte a
través de temas diferentes. Esto nos obliga a trabajar sobre corpus que cubran, para un
soporte, un período relativamente largo (no menos de dos años).
–la diferenciación obtenida por la comparación entre los soportes.
Se trata siempre de localizar las semejanzas y las diferencias regulares entre los soportes
estudiados, a fin de determinar la especificidad de cada uno.
–la sistematicidad de las propiedades exhibidas por cada soporte.
La descripción, a partir de la localización de todas las propiedades que satisfagan los dos
criterios precedentes (regularidad y diferenciación), debe permitir determinar la
configuración de conjunto de estas propiedades, a fin de delimitar el contrato de lectura y de
identificar sus puntos fuertes y débiles, sus zonas de ambigüedad y sus incoherencias
eventuales.
3.– EL CONTRATO EN LOS TÍTULOS
Tomemos el caso de los títulos para ilustrar el funcionamiento de un contrato.
Un primer ejemplo es el de un discurso que podríamos llamar el “discurso verdadero”. En
este caso, el enunciador no modaliza lo que dice: produce informaciones sobre un registro
impersonal. Este enunciador, que no disimula su propósito, tampoco interpela a su
destinatario. Este modelo correspondería a nuestro primer esquema:
E P D
Para ilustrar esto, tomaré los títulos de las revistas mensuales femeninas, pero tal
enunciador existe también en otros sectores.
En este caso veremos las aserciones:
“La crisis de fe no existe”.
Encontramos también numerosas cuestiones formuladas en la tercera persona, sin
indicación de destinatario:
–“Niños: —¿la niñera o la guardería?”
–“¿Por qué es tan difícil adelgazar?”
Este enunciador tiene una debilidad pronunciada por la cuantificación; nos hace saber que
le importa la exactitud de sus dichos:
–“Tricot: cinco modelos explicados”.
–“Cuatro modos de ofrecer un vidrio”.
Se posicionará en donador de consejos, sin abandonar su impersonalidad:
–“Para tener verdaderamente calor”.
La combinación de aserciones modalizadas, de preguntas en tercera persona (Hay que..., o
¿es “necesario”?), de cuantificaciones de consejos en un discurso donde ni el enunciador ni
el destinatario están explícitamente marcados, designa un contrato donde un enunciador
objetivo e impersonal habla la verdad.
Al lado de esta modalidad, podemos caracterizar otra ligeramente diferente, que yo llamaría
el enunciador pedagógico. Lo ilustraría con títulos tomados de revistas de decoración.
Tenemos inmediatamente operaciones que son comunes al enunciador pedagógico y al
enunciador “objetivo”, a saber: los consejos y las cuantificaciones:
–“Ideas de 5 decoradores para baños”.
–“Cómo personalizar la decoración de la mesa”.
–“15 cocinas: vivas o calmas”.
–“Para soñar y dormir: los dormitorios”.
Simultáneamente, el destinatario empieza a ser designado explícitamente.
–“Para Usted solo: alfombras y moquettes”.
–“Ideas nuevas para su estudio”.
Simultáneamente, el enunciador se marca también:
–“Nuestro dossier del mes: la línea casa”.
–“Nuestras direcciones”.
Aquí el contrato se construye entre un “nos” y un “ustedes” explicitados, y el nexo se hará
entre dos partes desiguales, una que aconseja, informa, propone, advierte, brevemente,
que sabe; la otra que no sabe y es definida como destinatario receptivo, o más o menos
pasivo, que aprovecha.
Las dos modalidades que hemos evocado, el enunciador objetivo y el enunciador
pedagógico, caracterizan contratos que implican una cierta distancia entre el enunciador y
el destinatario. Podemos contrastar con las modalidades que forman parte de una familia
muy diferente, donde los contratos buscan establecer un lugar de complicidad. Existe toda
una serie de figuras o de “grados” de complicidad. Vuelvo, para ilustrar, a las revistas
femeninas; una primera figura es la interpelación al destinatario, mediante la utilización
sistemática de fórmulas en imperativo:
–“goce el satén y el terciopelo”.
–“asegúrese su pasión por la vida”.
–“que no le falten los tarros”.
Estos títulos injuntivos, señalan directamente al destinatario. Pero este destinatario también
puede tomar la palabra, es decir, el enunciador lo hace hablar:
–“Perdí todo”.
–“Viajo sola y me gusta”.
Para la lectura de este género de títulos, un cierto movimiento de identificación debe operar,
para atribuir a la lectora (o al menos ciertas lectoras), la enunciación de estas expresiones.
Este “efecto” salta a la vista inmediatamente, si comparamos estos títulos con los que
serían los mismos producidos bajo otra modalidad, como por ejemplo, la interpelación:
–“Viaje sola: a usted le gustará”.
O como consejo impersonal:
–“Qué hacer cuando lo hemos perdido todo”.
Una tercer figura de la complicidad es el diálogo. En el discurso del soporte, enunciador y
destinatario se ponen a hablar.
–“¡No, es no!”
(y entonces, ¿por qué dice sí?)
–“Lo amo pero lo engaño”
(Cómo perder este sucio hábito)
—“¡Ah, usted lee!”
En el primer ejemplo es la lectora que dice “No, es no” y el enunciador que replica. Es para
destacar, en el segundo, la combinación entre una expresión atribuida al destinatario (“lo
amo pero lo engaño”) y una intervención del enunciador, entre paréntesis, que está
construida bajo la forma de un consejo, salvo que éste no puede aparecer solo (“este”
reenvía a algo que ya ha sido dicho antes) y que el calificativo “sucio” implica una
evaluación fuerte por parte de este enunciatario que lo vuelve muy diferente del enunciador
objetivo o pedagógico.
El tercer ejemplo es interesante, porque la enunciación no puede ser atribuida más que al
soporte, pero el título implica que alguien (el destinatario) ha hablado antes, afirmando que
lee: pero esta palabra del destinatario es enteramente explícita.
Una operación que es muy utilizada en el cuadro de un contrato de complicidad, consiste en
constituir una enunciación que es atribuible a la vez al enunciador y al destinatario. Para
efectuarlo, hace falta emplear lo que Benveniste llamaba el “nosotros” inclusivo:(6)
–“Moda: el negro no va tan bien”.
–“nuestra ropa interior tiene charme”.
En el soporte, un enunciador–mujer habla a las mujeres: el “nos” las involucra a todas.
Señalemos que la forma de diálogo puede volverse muy compleja, con la introducción de un
tercero: en el discurso del soporte, de un modo más o menos explícito, un tercer enunciador
parece que habla a los destinatarios pero no es el enunciador el soporte mismo:
–“Tienes lindos ojos, –Sabes?”
–“Nosotros cocinaremos juntos”.
En los dos casos, se entiende que, lo que los títulos anuncian, es la prueba en escena de
una pareja (la lectora y el marido o compañero), y el enunciador–soporte los hace hablar
entre ellos, antes de intervenir él mismo en tanto que informante, aconsejando o
comentando.
Las modalidades que hemos rápidamente evocado no agotan, por cierto, la panoplia de
operaciones que contribuyen en los títulos a la formulación del contrato de lectura. Además,
pueden combinarse entre ellas, dando lugar a contratos más o menos complejos y
coherentes.
IMÁGENES DE CONTRATO
La enunciación, lo hemos dicho ya, es una dimensión que afecta todos los elementos del
funcionamiento del discurso. El contrato de lectura concierne también a la imagen. Quisiera
evocar un solo problema a propósito de la foto de prensa.
Tuve ocasión de trabajar la cuestión de la utilización de la imagen en las coberturas de
“News”: pude recensar 5 clases de imágenes utilizadas para la construcción de las tapas de
este tipo de revistas. Tomaré aquí una de esas clases, que constituyen lo que llamé “la
retórica de las pasiones ” (7).
Se trata de imágenes de personajes marcados por la notoriedad (social, política, científica u
otra). Ellos ocupan a menudo las primeras planas de las “News”. Cada soporte dispone de
un repertorio de fotografías del personaje en cuestión, y hace jugar las variaciones en la
expresión del rostro para significar la situación del personaje en un momento determinado,
situación que puede resumir al mismo tiempo la coyuntura política, económica, etc...
Podemos ver a un Valery Giscard d’ Estaing dubitativo (fig. 1), enervado (fig. 2),
ensimismado (fig. 3), etc. Por este procedimiento, se puede muy bien representar la
determinación del personaje (fig. 4) y la dificultad de la situación que atraviesa (fig. 5).
Se puede pensar que en la imagen de prensa que concierne a la actualidad, el enunciador
no tiene “lugar” para manifestarse. Y por lo tanto, hay diferentes modos de mostrar, como
hay diferentes modos de decir “P”. El enunciador se marca en la imagen por todos los
detalles de la técnica. Por un fenómeno de enunciación en la imagen, podemos comprender
que un candidato (fig. 6) no es un presidente (fig. 7). En este último caso, la intervención del
enunciador es explícita, porque se trata de un dibujo y no de una foto: el enunciador señala
así su voluntad de querer significar algo por la imagen que la muestra.
Hay una diferencia importante entre las tapas 1 a 5 y la cobertura 6: ésta última es una foto
de tipo “pose”, y las otras no lo son. Como se trata, en el caso de la retórica de las pasiones,
de hacer significar la expresión de la cara del personaje representado, estas imágenes han
sido “tomadas” al personaje; le han sido, podríamos decir, “arrancadas”. En la pose, en
cambio, el personaje ofrece su imagen al fotógrafo —las “News” utilizan muy poco la pose:
casi exclusivamente para los hombres políticos, y en los períodos electorales (períodos
donde, en efecto, el hombre político ofrece su imagen a la consideración de los
ciudadanos)— a diferencia de las “News”, revistas como París Match apelan a menudo en
sus tapas, a la foto tipo “pose” (fig. 8 y 9).
Esta diferencia entre el Semanario de tipo “News” y París Match, en la modalidad de
utilización de imágenes de personajes notorios en tapa, traduce la diferencia profunda entre
dos tipos de soportes, en cuanto a la relación que el enunciador establece con el
destinatario a propósito de la actualidad de la cual habla.
Las dos modalidades que hemos identificado (la foto de “pose” y la “retórica de las
pasiones”) son, en efecto, la inversa exacta una de otra. La “retórica de las pasiones” (fig. 5)
parte de imágenes concretas : cada una de ellas ha sido arrancada, lo hemos dicho, al
personaje, de algún modo a sus espaldas, cada una de ellas lleva, entonces, la traza de una
situación precisa, de un instante determinado donde el personaje ha sido sorprendido
cuando su rostro expresaba un estado de espíritu, o una emoción. Por lo tanto, las “News”
la utilizan para expresar un concepto abstracto , y poco importan entonces las
circunstancias precisas donde la foto ha sido tomada: ella se ve signo de una situación
global, de una coyuntura. Su presencia en la tapa traduce la actividad interpretativa del
enunciador.
En París Match, la modalidad de la “pose” es exactamente lo contrario. El punto de partida
es una imagen no evenemencial, atemporal: la foto de estudio, la pose. Un personaje que
posa, trata de hacer ver, no el accidente anecdótico sino su carácter (o al menos, uno de
sus aspectos). Por lo tanto, París Match transforma esta imagen en acontecimiento, en
evento; lo que ella anuncia en tapa, es que esta semana , el personaje en cuestión habla en
París Match, que él está presente, aquí y ahora, para los lectores de la revista. La aparición
del personaje se vuelve así concreta y singular: en el número que lo tiene en la tapa, él ha
escrito, o él ha sido entrevistado. En la cobertura, París Match, no señala su interpretación
de la realidad, la presenta.
Lejos de ser extrañas al contrato de lectura, las imágenes son uno de los lugares
privilegiados donde ésta se constituye, donde el enunciador teje el nexo con su lector,
donde al destinatario se le propone una cierta mirada sobre el mundo.
EL CONTRATO A PRUEBA
Los estudios de posicionamiento trabajan siempre sobre un universo de competencia
determinado: el “soporte de referencia”, que es el centro del estudio, está situado frente a
frente con sus competidores (más o menos inmediatos, según los casos). El análisis
semiótico tiene por objeto desarmar y describir todos los contratos de lectura que
componen el universo de competencia en cuestión, determinado de una forma precisa, lo
que hace a la diferencia “específica” de cada uno.
Los contratos de lectura así identificados y descriptos en todas sus dimensiones, permiten
comprender entonces su eficacia relativa. Para esto, el trabajo de campo es necesario.
Nos hará falta realizar ya sea grupos proyectivos, o bien entrevistas individuales
semi–directas, según la naturaleza de los problemas que surgen del “soporte de
referencia”. En un caso como en otro, el trabajo de campo concierne a los lectores y a los no
lectores (y/o los lectores ocasionales) de los soportes estudiados.
La especificidad de esta demarcación consiste en el hecho de que la descripción de los
contratos de lectura provee un conjunto de hipótesis concernientes a las propiedades de los
soportes: ya no se trata de grupos o entrevistados, el campo está organizado de manera
precisa, a la luz de estas hipótesis. Si se construye, por ejemplo, una tipología de lectores y
no–lectores a partir de entrevistas individuales, esta tipología no será una clasificación
efectuada en términos de criterios generales aplicables indiferenciadamente a cualquier
práctica de consumo, sino una tipología específicamente concebida con vistas a
fenómenos de lectura y no–lectura en un sector de la prensa estudiada .
El objetivo del trabajo de campo es verificar el funcionamiento del contrato propuesto por
cada uno de los soportes estudiados: sus puntos fuertes y sus puntos débiles. El análisis de
los puntos débiles del “soporte de referencia” permite definir los principios estratégicos de
reposicionamiento tendientes a las recomendaciones de cambios de redacción,
modificando tal o cuál aspecto del contrato.
Hace falta subrayar aquí el hecho de que el conocimiento detallado de la “lógica global” del
contrato de lectura, permite hacer una matriz de la naturaleza y la orientación de los
cambios que son deseables de aportar: un contrato no puede ser modificado
irresponsablemente. Por otra parte, el estudio desde este punto de vista, permite
determinar qué efectos tuvieron estas modificaciones en el posicionamiento del soporte en
relación a sus competidores: el cambio de un aspecto del contrato de lectura de un soporte
puede reforzar, o por el contrario, atenuar su singularidad, alejar (o acercar) a tal o cual
competidor.
Hace falta insistir sobre la complementariedad entre la propuesta semiótica y la de campo.
Un análisis semiótico sin datos de campo permite conocer en detalle las propiedades de un
discurso de soporte tal como se ofrece al lector, pero no nos indica de qué modo el contrato
de lectura así constituido se articula a los intereses, expectativas e imaginarios de los
lectores. Los datos de campo sin análisis semiótico del contrato de lectura, son un dato de
campo “salvaje”: se estudian las actitudes y las reacciones de los lectores y no–lectores en
vistas a objetos de los cuales no se conocen sus propiedades precisamente en cuanto
objetos de lectura .
El análisis semiótico nos permite conducir, más allá del repertorio de las “expectativas”, en
discriminaciones mucho más detalladas de los lectores y, en consecuencia, permite una
articulación mucho más precisa entre lectores y soportes.
Este tipo de investigación, estrictamente operacional, es capaz de aportar una contribución
importante a la investigación de base en el dominio de los media: gracias a la teoría de la
enunciación, el análisis del contrato de lectura puede, por sus resultados, hacer avanzar
ese proyecto que muchos de nosotros esperamos con impaciencia: una buena teoría de los
procesos de recepción en la comunicación de masas.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICAS
CITADAS EN EL TEXTO
1 Este es el modelo “speaker–hearer” de la lingü.stica chomskiana.
2 Roman Jakobson, “Lingü.stica y Teoría de la Comunicación”, en Ensayos de Lingü.stica General, París,
Editorial de Minuit, vol. I, 1963, pp. 87/99.
3 Voir Michel Charles, Retórica de la Lectura, París, Seuil, 1977; J. Leenhardt y Pierre Jozsa, con la
colaboración de Artine Burgos, Lire la lecture. Ensayo de sociología de la lectura, París, Le Sicomore, 1982;
Wolfang Iser, El acto de la lectura. A Theory of aesthetic response, Routledge and Kegan Paul, 1979. Umberto
Eco, The role of the reader, Bloomington, Indiana University Press, 1979.
4 El “contrato enunciativo” es una dimensión fundamental del funcionamiento de no importa cual sea el media
dentro de las comunicaciones de masa, y aquel que sea el soporte significante (radio, televisión, etc.) Nuestra
demarcación es para los medias en general.
5 Una introducción clara a la problemática de la enunciación en: D. Maingueneau, iniciación a los métodos de
análisis del discurso, París, Hachette Université, 1976, capítulo III; pp. 99–150. Consultar el Diccionario
enciclopédico de las ciencias del lenguaje, de O. Ducrot y T. Todorov, París, Seuil, 1972.
6 E. Benveniste, Estructuras de las relaciones de las personas sobre el verbo, en Problemas de Lingü.stica
General, París, Gallimard, 1966, pp. 225/236.
7 cf. E. Verón, L’espace du soupoon, in: Ph. Dubois et Yves Winkin (eds Langage et ex–Comunicaton,
Pragmatique et discours sociaux, Louvain–La Neuve, Cabay Libraire–editeur, 1982, pp. 109/160.
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