Austin se ocupa de estudiar el lenguaje ordinario,
utilizado en la vida cotidiana.
Sostiene que el lenguaje no se caracteriza por ser
representación de la realidad sino que es preformativo. Construye la realidad abstrayéndola,
no representa hechos preexistentes, porque el mundo se encuentra en constante
cambio.
El lenguaje no
representa realidades, cosas perceptibles, sino que PERFORMA la realidad. Performar es construir, dar forma. Uno
performa y no meramente describe lo que lo rodea. No existe una única manera de
representar una única realidad, no somos testigos pasivos del mundo, sino que
somos sujetos activos que construimos la realidad a través del lenguaje.
El lenguaje es PERFORMATIVO,
REALIZATIVO, y no constatativo, no describe sino que construye la realidad.
El decir no es inocente, ni descriptivo, sino que es construir el mundo,
generar efectos, consecuencias, expectativas.
En una primera instancia Austin diferencia entre los
enunciados
constatativos, que son aquellos que parecerían solo describir la
realidad, el estado de las cosas con verdad o falsedad, y los enunciados
realizativos, que no describen nada, no son ni verdaderos ni falsos,
y que el enunciarlos es realizar la acción que estoy diciendo, como por Ej.
prometer. Austin realiza esta distinción llegando a la conclusión de que todo
enunciado, todo acto del habla tiene una dimensión perlocucionaria, no informan un estado de las cosas sino que
generan efectos y cambios en el mismo, no representan el mundo sino que lo
performan, lo construyen.
Austin lleva la característica de PERFORMATIVIDAD
a todo el lenguaje. En todo acto de habla se hacen presentes tres dimensiones
que son indivisibles entre si y que son analizadas por Austin para llegar a la
conclusión de que todo enunciado presenta rasgos preformativos. Estas son: Una dimensión locucionaria, que es el acto
de decir, de introducir significado, expresar algo que tenga un sentido. Una dimensión ilocucionaria, que es la
postura que tomo al enunciar, la intención, el tono, la selección de la forma
de hablar y de los códigos convencionales que estructuren el enunciado y lo
carguen de sentido, la expresividad que le doy. Y una dimensión perlocucionaria, que es la dimensión de
respuesta de mi discurso, y que esta presente en todo acto del habla, ya que
genero efectos y consecuencias, no describo inocentemente el mundo, sino que
provoco cambios en el estado de las cosas, en el contexto, en el otro, en uno,
en el mundo…
Esto implica una RESPONSABILIDAD, y una ETICA, porque
nuestro enunciado no describe sino que performa la realidad, la genera, somos
responsables de las construcciones que realizamos a través del lenguaje.
Austin critica la idea del lenguaje como NOMENCLATURA
de la realidad, como representación de las cosas, porque no es que las cosas
estén y las nombremos, sino que el lenguaje construye el mundo, el sentido de
las cosas se construye a través del habla.
El lenguaje no se caracteriza por ser representacionalista,
la relación entre las palabras y las cosas no es de representación sino de
performatividad (teoría preformativa del
lenguaje).
Todo DECIR ES HACER, construir y modificar el estado de
las cosas. El sujeto no es un espectador pasivo, sino que es un actor, es
activo, el mundo no esta dado, ya hecho, sino que es a construir y reconstruir.
Somos actores en el mundo, y es por eso que hablar implica responsabilidad y
compromiso, somos responsables de lo que decimos, de los cambios que generamos,
de las construcciones que realizamos, de lo que hacemos al decir. Todos los
enunciados cumplen una accion y generan una consecuencia.
Puede relacionarse con la postura de Aicher,
que propone ver al mundo como un PROYECTO, como algo que e construido por nosotros, que somos sujetos
activos y que debemos tomar el compromiso de nuestras construcciones. Proyectar
es generar nuevos modelos, unir el pensamiento con la acción, encontrar nuevas
formas de pensamiento y percepción, entender la libertad no como una vestidura
sino como concientización, como proyecto. Como sujetos activos no debemos
aceptar el mundo como es, porque el mundo es a construir y podemos cambiar el
mundo en el que estamos.
Relacionando la performatividad del lenguaje con el diseño
gráfico, toda
pieza de diseño es preformativa, porque diseñar no es decorativo, sino que es
construir, influir, cambiar el mundo. El diseño implica una responsabilidad y una ética social,
porque no se trata solo de la utilización de determinadas técnicas y herramientas,
sino que por ser una práctica significante deja marcas en todos los registros
de la vida social, construye, configura identidades, sujetos y subjetividades.
Como diseñadores debemos tomar esta responsabilidad, no somos decoradores sino
que construimos sentido, ideología, construimos el mundo.
Conclusión: El lenguaje no es un instrumento para
representar hechos. El sentido común que tenemos naturalizado nos hace pensar
que el lenguaje es un instrumento de representación, correspondencia con su
referente, coincidencia entre lo dicho y la realidad. Tenemos esta percepción
naturalizada, y que debemos desnaturalizar, porque el lenguaje no informa sino
que construye.
La IMAGEN
no es descriptiva aunque así lo tengamos naturalizado, no es
representación, sino que trabaja performativamente.
Nombrar las cosas es dar sentido,
construir y reconstruir
La imagen constatativa es débil, funciona
en cambio performativamente. La
imagen no denota la realidad. En la imagen fija hay sentidos que no puedo
mencionar, hay cosas que le están veladas, operaciones que la imagen no puede
realizar. La imagen no es literal. La conjunción y la disyunción le están
negadas, así como la causa-consecuencia. El sentido de la imagen es completado
en la lectura, una imagen performa más que lo que describe, provoca efectos.
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